Los expertos alertan del incremento de un tipo de enfermedad, conocida como patología dual, que une enfermedad mental y conductas adictivas.
Los trastornos mentales en su conjunto constituyen la causa más frecuente de carga de enfermedad en Europa, por delante de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima además que la incidencia de estas enfermedades tiende a crecer, hasta el punto de que en 2020 habrá al menos una persona en tratamiento por una enfermedad mental por cada cuatro familias. En esta situación los psiquiatras llaman la atención sobre un tipo de enfermedad mental que consideran infradiagnosticada y en aumento: la llamada 'patología dual'.
El término 'dual' hace referencia a la enfermedad mental y las conductas adictivas, y lo que reclaman los psiquiatras es un cambio de paradigma: no tiene sentido, explican, considerar ambas patologías como algo disociado, que debe ser tratado de forma independiente, cuando muy a menudo se dan juntas en el mismo paciente. Como explicaron recientemente expertos de la Asociación Española de Patología Dual en la presentación del primer congreso internacional de esta especialidad que tendrá lugar en España, la idea de asociar enfermedad mental y conductas adictivas no es del todo nueva, pero está necesitando casi una década para difundirse.
Sin diagnóstico ni tratamiento
Ya en los años noventa un estudio llamado 'Epidemiological Catchment Area', Proyecto ECA, analizó la incidencia de la enfermedad mental entre la población estadounidense y reveló que alrededor de la mitad de quienes sufrían trastornos psiquiátricos manifestaban además una conducta adictiva, como el consumo de drogas ilegales. Pero sigue sin haber datos de este problema en España, y la Asociación Española para el Estudio e Investigación en Patología Dual (AEIPD) no se creó hasta hace apenas tres años.
De hecho, uno de los primeros objetivos de los psiquiatras es poder medir la incidencia de la patología dual en España. Pero lo que parece ya claro, aun sin estos datos, es que esta patología está todavía muy «infradiagnosticada», señala el presidente de la AEIPD, Nestor Szerman. La patología dual «es una realidad clínica controvertida y desconocida por algunas corrientes clínicas. Por ello existe actualmente un gran número de personas no diagnosticadas y sin tratamiento adecuado, lo que incide en la morbilidad y mortalidad de los pacientes».
Parte del problema, según explica el presidente honorario de esta Asociación, Carlos Álvarez Vara, es que «existen dos redes asistenciales del todo separadas para un único enfermo». Así, no son nada raros los casos en que el enfermo es rechazado en todas las puertas que toca, unas veces por ser adicto y otras por ser enfermo mental. «Se han dado situaciones lamentables», dice Álvarez Vara. María Inés López-Ibor, psiquiatra de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité organizador del congreso, que también resalta el desconocimiento actual sobre esta enfermedad: «tradicionalmente nadie se paraba a pensar si los consumidores de drogas o en general las personas con conductas adictivas iban a desarrollar patología mental. Ahora sí podremos detectar precozmente a estas personas y ponerles el tratamiento que necesitan».
Mecanismos neurológicos comunes
A través de la Asociación se aspira a crear redes clínicas específicas para mejorar la asistencia de los pacientes; a fomentar la investigación sobre la enfermedad; a formar profesionales sanitarios capaces de detectar estos cuadros lo antes posible; y a asesorar a los afectados y sus familias.
No sólo han sido los, aún escasos, estudios epidemiológicos y la experiencia cotidiana de los psiquiatras lo que ha llamado la atención sobre la enfermedad dual. Cada vez hay más evidencias procedente del ámbito de las neurociencias de que muchos de los mecanismos implicados en enfermedades mentales lo están también en las conductas adictivas, «que son en sí mismas una enfermedad mental», recordó Szerman. No se puede saber aún, sin embargo, si es la adicción la que conduce a (otras) enfermedades mentales, o es a la inversa. Los pacientes con patología dual presentan a menudo cuadros clínicos complejos de diagnosticar, donde los síntomas de la enfermedad mental y la conducta adictiva no son tan claros.
Tratamiento, ¿involuntario?
En la rueda de prensa de presentación del próximo congreso internacional de patología dual se recordó -inevitablemente- el reciente suceso en Murcia en que un afectado de esquizofrenia y adicto asesinó a su madre. Los psiquiatras reiteraron que los enfermos mentales protagonizan muchos menos actos violentos que las personas sanas. Insiste en ello incluso la Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud, publicada en 2007 y elaborada con la ayuda de numerosas asociaciones y expertos: «algunos de los motivos de creciente inseguridad ciudadana más visibles de nuestra sociedad -criminalidad, accidentes de tráfico, abusos y violencia doméstica y de género, vagabundeo- se asocian a la enfermedad mental en el imaginario colectivo».
Sin embargo, se exhorta en el informe que, en realidad, «los trastornos mentales contribuyen poco a la generación de estas lacras sociales, por lo que es fundamental tomar iniciativas que aumenten el conocimiento de la enfermedad mental y ayuden a reducir el estigma y la marginación asociados a las personas que sufren estos trastornos y a sus familiares». Además, con el tratamiento adecuado un enfermo mental puede hacer vida normal durante largos períodos de tiempo. Entonces la cuestión entonces es: ¿por qué no obligar a personas con trastornos mentales graves a que tomen su medicación? Hoy en día está regulado por ley el ingreso involuntario en una unidad psiquiátrica, pero no el tratamiento involuntario administrado de forma ambulatoria.
Es algo que reclama la asociación FEAFES, una confederación que agrupa a las federaciones y asociaciones de personas con enfermedad mental y a sus familiares, y en lo que se muestra de acuerdo Carlos Álvarez Vara, presidente honorario de AEIPD. Sin embargo es una cuestión controvertida entre los psiquiatras, en parte porque dudan de los posibles riesgos asociados a un psicofármaco potente administrado en casa, y por lo que supone de intromisión en la esfera íntima de un paciente. «No es fácil aplicar un tratamiento involuntario, hay que hacer planes y pensar cómo hacerlo», señala María Inés López-Ibor, psiquiatra de la Universidad Complutense de Madrid.
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