Pesadillas provocadas por fármacos
Medicamentos de uso habitual como antiasmáticos y antibióticos son capaces de provocar pesadillas nocturnas.
El sueño es un fenómeno fascinante lleno de preguntas y también un reto para la ciencia. Las pesadillas son sueños desagradables que aparecen de forma espontánea y su presencia puede relacionarse con hechos tan dispares como ansiedad o lo que hemos comido para cenar. Es importante saber que, entre otras causas, algunos fármacos pueden ser también causa de pesadillas.
Los sueños no siempre resultan agradables; es más, diversos estudios demuestran que aproximadamente el 75% de las emociones vividas durante la fase MOR (Movimientos Oculares Rápidos), o REM en sus siglas inglesas, son negativas. El número de pesadillas varía según la edad y el sexo: aproximadamente un 25% de los niños de entre 5 y 12 años se despiertan una vez por semana debido a una pesadilla. La cifra aumenta en la adolescencia y luego empieza a decrecer durante la edad adulta. Ahora un estudio asocia la aparición de pesadillas al hecho de estar tomando algún tipo de medicación, incluso, los considerados más habituales.
En un estudio efectuado por el servicio de Farmacología Clínica del Hospital Vall dHebrón, de Barcelona, se analizaron los datos de los efectos secundarios catalogados como pesadillas, recibidos por el Sistema Español de Farmacovigilancia (SEFV) en el periodo comprendido entre 1982 y 2006. Este organismo es el responsable de recibir y evaluar las notificaciones de los efectos indeseables producidos por los fármacos. De todas las comunicaciones recibidas, 180 se referían a pesadillas.
Pero, ¿quién las sufre?
Según SEFV, la edad media de los afectados era de 51 años, con un ligero predominio de mujeres. En los niños, los fármacos que con mayor frecuencia provocaron pesadillas fueron antiasmáticos y antibióticos, mientras que en los adultos los más habituales fueron ansiolíticos e hipnóticos (fármacos utilizados para combatir el insomnio). En tres de cada cuatro casos se describían otras reacciones adversas del sistema nervioso como insomnio, alucinaciones, somnolencia y nerviosismo.
En la mayoría de los casos, los efectos adversos eran leves y los pacientes se recuperaban al retirar el fármaco. A pesar de que está bien establecido que ciertos fármacos pueden provocar pesadillas, en algunos de ellos todavía no está claro el mecanismo por el que se producen. Es sabido que diversos neurotransmisores cerebrales (serotonina, dopamina y acetilcolina) juegan un papel importante. De hecho, los fármacos que más a menudo provocan pesadillas son los que actúan sobre estos neurotransmisores como es el caso de los antidepresivos y las benzodiacepinas.
Uno de los grupos terapéuticos que con mayor frecuencia se comunicaron como sospechosos de haber provocado pesadillas fueron en un 15%, ansiolíticos e hipnóticos. Dentro de este grupo, el zolpidem y el tetrazepan destacaron por ser los mayores implicados, con 11 y 4 notificaciones respectivamente. Los antibióticos fueron otro de los grupos involucrados con un total de 16,6%, como la claritromicina (16 casos) y el ofloxacino (8 casos). Entre los antidepresivos, tercer grupo en número de notificaciones, estaban la mirtazina (6 casos) y la paroxetina (4 casos).
Otros fármacos de uso habitual, como omeprazol (antiácido), pravastatina (hipolipemiante), atenolol (para el tratamiento de la hipertensión y de la cardiopatia isquémica), e ibuprofeno y naproxen (antiinflamatorios), también forman parte de la lista de los que provocaron pesadillas.
Dormir, soñar
En 1953, Eugene Aserinsky y Nathaniel Kleitman descubrieron las diferentes fases del sueño y su relación con sueños y pesadillas. Más tarde, las lecturas mediante electroencefalogramas desvelaron que existen, principalmente, dos fases del sueño en los seres humanos. La primera de ellas es la llamada fase MOR que se caracteriza, tal y como su nombre indica, por un movimiento rápido de los ojos del individuo. La actividad cerebral es similar a la de cuando se está despierto, del mismo modo que la frecuencia cardiaca y respiratoria. Y debido a la gran cantidad de actividad cerebral, es el periodo en el que surgen los sueños. Durante esta fase MOR, se activan neuronas del tronco cerebral conocidas como células del sueño MOR, estrechamente relacionadas con la aparición del sueño. En la segunda fase, conocida como la fase noMOR, se pueden distinguir cuatro subperíodos que acostumbran a desarrollarse de forma consecutiva.
A grandes rasgos se puede decir que en esta fase la actividad cerebral es baja y el tono muscular decrece de forma progresiva. Es en esta fase cuando pueden aparecer los fenómenos de sonambulismo. Se calcula que durante una noche de sueño, una persona adulta tiene cuatro o cinco períodos de sueño MOR (con una duración de entre 90 y 120 minutos en total) intercalados con periodos noMOR. Se ha visto que el tiempo de la fase MOR se ve modificado con la edad, ya que en un recién nacido oscila alrededor de las ocho horas y en los fetos alrededor de las 15 horas.
No se comprende aún con exactitud la función de la fase MOR, aunque se han propuesto varias teorías. La primera de las hipótesis es que esta fase es clave en la consolidación de la memoria. Otra teoría postula que juega un papel importante en la recuperación de la función de ciertos neurotransmisores. Y, por último, la tercera teoría apoya que tiene una función de estimulación neuronal necesaria para la maduración de las conexiones neuronales, lo que explicaría por qué los recién nacidos y los fetos requieren más horas de sueño.
Pesadillas
De mediana, un individuo de 55 años tiene tres veces menos pesadillas que un individuo de 25 años. Por otro lado, el sexo también juega un papel decisivo ya que, independientemente de la edad, las niñas y mujeres señalan tener más que los varones de su misma edad. En cuanto al contenido de las pesadillas, depende de cada individuo ya que, de acuerdo a su cultura, situación personal y vivencias, se sueña con aquello nos causa mayor temor.
Debido a que los sueños están estrechamente ligados a la actividad cerebral de la fase MOR -REM, en sus siglas inglesas-, cualquier estímulo externo que pueda influir en dicha actividad tendrá una repercusión indirecta en los sueños, siendo clave para estudiar las causas de su aparición. Los principales factores que provocan pesadillas son ansiedad y estrés, porque dificultan la relajación muscular y hacen que el cerebro esté más activo. La dieta también influye; el hecho de comer antes de irse a la cama hace que aumente el metabolismo durante el sueño y, por tanto, la actividad cerebral, que hace al sujeto más propenso a padecer pesadillas.
Otros factores influyentes son enfermedades que cursan con fiebre, consumo excesivo de alcohol y trastornos del sueño como narcolepsia o trastorno del terror nocturno. Además, se ha visto que con frecuencia existen factores emocionales asociados a las pesadillas. Por último, es importante remarcar que hay diversas teorías que apoyan el hecho de que las pesadillas tienen una función biológica evolutiva, puesto que "permiten al afectado trabajar durante la noche aspectos de su vida real no resueltos", tal y como comentan los expertos Ross Levin, de la Universidad de Yeshiva de Nueva York (EE.UU.) y Tore Nielsen de la Universidad de Montreal (Canadá), en un estudio publicado en la revista "Psychological Bulletin".
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