LOS PRIMEROS MINUTOS
Con la primera respiración, el bebé deja de recibir a través de la placenta el alimento y, sobre todo, el oxígeno que le ha permitido vivir y desarrollarse durante nueve meses. Por primera vez, el aire inunda unos pulmones que hasta entonces se hallaban cerrados y a los que apenas llegaba sangre, puesto que en la vida fetal la sangre que bombea el corazón derecho no va a los pulmones para ser oxigenada, sino que se los salta y pasa al corazón izquierdo y a la circulación mayor a través de unas conexiones especiales que hay entre ambas aurículas y entre la aorta y la arteria pulmonares. Esos orificios y conductos se van cerrando a partir del momento en el que el niño respira y cambia el recorrido de la sangre, pasando a circular y a ser oxigenada a través de unos pulmones que ya se están llenando de aire. El bebé nace mojado en líquido amniótico y lo primero que se hace es ponerle bajo una fuente de calor y secarlo. Luego se aspiran las secreciones que pueden haberse acumulado en sus vías respiratorias. El estímulo que suponen esas maniobras también le ayuda a respirar. Inmediatamente, se valora su estado por medio del test o prueba de Apgar. La prueba debe su nombre a la doctora Virginia Apgar, una anestesista que ideó este sistema para valorar de forma concreta la vitalidad del recién nacido, puntuando de 0 a 2 los cinco parámetros siguientes: frecuencia cardiaca, respiración, color de la piel, tono muscular y reacción a los estímulos. Así, la mejor puntuación será de 10, aunque se considera normal de 7 a 10. Por debajo de esa cifra, indica que el niño necesita ser reanimado, y cuando es inferior a 3, debe hacerse de forma enérgica.
La primera revisión se completa determinando su peso, altura y perímetro craneal. Tras una primera cura del cordón umbilical (y un baño si es preciso), se finaliza con la toma de las huellas plantares y la colocación de un brazalete con sus datos identificativos.
Pero en ese periodo de tiempo, y tan pronto como resulta posible, el bebé es entregado y depositado sobre su madre. Con ello, no sólo se trata de satisfacer la curiosidad ni el legítimo derecho que tiene, sino que se está atendiendo a la necesidad que ambas partes tienen de reconocerse. Al menos durante la primera hora posterior al nacimiento, la mayor parte de bebés se hallan en un estado de "alerta tranquila", durante el que parecen tratar de explorar su entorno y establecer relaciones. Nada más nacer, huelen, reaccionan a los sonidos y dentro de lo poco que ven, es justamente lo situado a 20-30 centímetros lo que mejor enfocan. Ésa es la distancia a la que se tiene la cara de un niño en brazos, de manera que se les debe permitir que, a su forma, conozcan ya a sus padres. Éstos, y muy especialmente las madres, suelen experimentar a su vez una fuerte reacción afectiva, que es el pilar sobre el que asentará la vinculación que mantendrán a lo largo de los años con el hijo, si bien no es extraño ni alarmante que alguna madre, quizá cansada o tensa, no sienta una emoción tan viva como esperaba.
Este contacto, tan precoz y prolongado como las circunstancias lo permitan, es más importante cuando se desea criar el niño al pecho, porque los factores emocionales y el contacto físico son unos poderosos estímulos para iniciar la producción de leche, y si el bebé aprovecha ese rato para hacer una pequeña primera toma (nacen sabiendo buscar y mamar) la estimulará aún más; de modo que, si no ha podido ser en la misma sala de partos, nada más llegar a la habitación conviene poner el recién nacido al pecho. La toma inicial es, además, positiva para la madre, porque produce una pronta contracción del útero y evita su excesivo sangrado.
Todo esto es igualmente factible aunque el niño nazca a través de cesárea, porque en la mayoría de casos se emplea anestesia epidural. Quizá la reanimación sea algo más prolongada, porque es preciso ayudarles a vaciar el líquido pulmonar y las mucosidades por medio de una aspiración mayor. A menudo se les mantiene unas horas en observación en la unidad de Neonatología, pero nada de eso suele impedir un contacto con la madre en la sala de partos ni que le pueda dar de mamar en la primera o segunda hora de vida.
EL ASPECTO DEL RECIÉN NACIDO
Entre las muchas peculiaridades del recién nacido y las pequeñas señales que a veces deja el parto, hay algunas que resultan llamativas desde el primer momento y se descubren en el mismo hospital, provocando una variada gama de sensaciones, que van desde la curiosidad a la alarma, pasando por la extrañeza e incluso por una momentánea decepción.
Al nacer, el bebé esta cubierto de una grasa blanca llamada unto sebáceo o "vérnix caseosa", formada por las secreciones de sus glándulas sebáceas y que le ha protegido la piel durante el embarazo, evitando que se macerase al estar sumergido en el líquido amniótico. No es necesario ni conveniente quitarla, pues también le sirve de abrigo y es absorbida por la propia piel. Puede faltar en los nacidos después de las 41 semanas de gestación.
Por debajo de esa capa blanca, la piel de un recién nacido es intensamente roja, en parte debido a la gran cantidad de sangre que circula por ella, pero también a que tienen muchos glóbulos rojos.
Es muy habitual observar un color azulado o "cianosis" en sus manos y pies durante los dos primeros día de vida, especialmente si las tiene algo frías, pues la sangre circula más lentamente en esas zonas y, al perder oxígeno, adopta ese color. En cualquier otra parte, no es normal.
Especialmente en hombros, espalda y frente, suele observarse un vello suave y fino llamado "lanugo", que cae en pocos días. Son los restos del vello que les cubría totalmente desde el quinto mes de embarazo y que empieza a desprenderse poco antes de nacer. Por eso, es más abundante cuando el parto se ha adelantado.
La cabeza del bebé aparece a menudo deformada por un bulto de bordes imprecisos, casi siempre en la región occipital, causado por la presión que ha soportado al pasar a través del cuello uterino. Esa tumefacción, similar a la que se produce tras cualquier traumatismo, se llama "caput succedaneum" y desaparece espontáneamente en pocos días.
Las suturas que separan los huesos del cráneo fetal les permiten una cierta movilidad para facilitar su paso a través del canal del parto y no es raro que la presión lo moldee ("molding") y la cabeza coja -transitoriamente- una forma oblonga, o que se produzca un acabalgamiento óseo, es decir, la superposición de uno de los huesos del cráneo a su contiguo, que se palpa como un relieve al nivel de una sutura.
En su cabeza se pueden palpar siempre unas zonas más blandas de forma romboidal, llamadas fontanelas, una mayor en el centro del cráneo (fontanela anterior), cuyo tamaño más habitual es de 2x2 cm, pero que puede alcanzar hasta los 15 centímetros cuadrados, y otra posterior más pequeña. Son zonas donde los huesos que forman el cráneo todavía no se han unido y no reviste peligro tocarlas.
Es normal encontrar los párpados edematosos o hinchados en el recién nacido. A veces, los cambios de presión que sufren en el parto producen una hemorragia subconjuntival, observándose una pequeña mancha en forma de hoz de color rojo en la parte blanca del ojo, rodeando la córnea. Desaparece en pocas semanas sin dejar señales ni secuelas.
En las mejillas y el mentón, pero sobre todo en las alas de la nariz, muchos bebés tienen unos puntitos anacarados del tamaño de un grano de mijo, por eso llamados "milium", que son pequeñas estructuras quísticas donde ha quedado retenida la piel que se muda y que desaparecen después de las primeras semanas de vida.
En el centro del labio superior, casi todos los bebés tienen una zona endurecida que se conoce como "callo de succión", pues parece un engrosamiento del labio producido por el roce, pero no es así. No les causa ninguna molestia y se desprende solo en pocos días.
Al nacer, tanto los niños como las niñas pueden presentar signos debidos a la influencia que durante el embarazo ejercieron en ellos las hormonas de la madre; el más característico es la hinchazón de sus mamas o intumescencia mamaria, de las que a veces incluso sale un poco de leche, popularmente conocida como "leche de bruja". Es importante no pretender vaciarlas, pues podría causar su infección. La tumefacción remite en un par de semanas.
En las niñas, la prominencia de los labios menores y del clítoris es normal al nacer, así como la tumefacción de la vulva, debida a un edema o acumulación de agua que desaparecerá durante el primer mes de vida. En la vagina de las recién nacidas se observa un flujo blanquecino y cremoso, en ocasiones incluso sanguinolento, debido también a la influencia de las hormonas maternas.
Con cierta frecuencia, en los niños se observa un testículo tenso y de gran tamaño, que puede esconder una hernia inguinal, pero que las más de las veces se explica por un hidrocele, es decir, líquido procedente del abdomen que ha quedado retenido en el interior del escroto y que normalmente se va reabsorbiendo por sí solo.
La fimosis, es decir, la estrechez que impide retirar la piel del prepucio y descubrir el glande, es la norma en los recién nacidos y en la inmensa mayoría se soluciona espontáneamente con el paso del tiempo. También es normal que presenten erecciones, especialmente cuando tienen la vejiga urinaria llena.
LAS PRIMERAS TOMAS
LACTANCIA MATERNA
¿Cuándo?
Siempre que sea posible, la primera toma se le debe ofrecer durante las dos primeras horas de vida, en la misma sala de partos o nada más volver a la habitación, dándole tiempo (puede tardar hasta una hora en mostrarse interesado en mamar) y guiándole para que localice el pezón. La pequeña cantidad de calostro que tome, aun siendo tan escasa, lleva defensas y los líquidos y nutrientes más adecuados para ese momento. Pero además, el contacto físico y la succión del pecho en ese periodo de tiempo son un potente estímulo para que en los próximos días se produzca la subida de la leche.
El Calostro
El calostro es una leche especial, de color amarillento dorado, más espesa y pegajosa que la leche normal, que la madre produce en pequeñas cantidades durante los primeros días, en tanto no tiene lugar la subida de la leche madura. Rica en proteínas, minerales y algunas vitaminas, es muy llamativo su gran contenido en leucocitos, capaces de destruir gérmenes, y en IgA, una defensa que protegerá la superficie del tubo digestivo del bebé
¿Cómo?
En cualquier postura que resulte cómoda, normalmente acostada o en un silla baja con respaldo recto y un taburete para apoyar los pies. La regla más importante es procurar centrar bien la boca del bebé de modo que el pezón pueda introducirse en ella tan profundamente como sea posible, pues para obtener la leche no sólo debe chupar sino también exprimir el pecho.
Durante las dos primeras semanas, es normal sentir molestias al empezar las tomas, pero si el dolor dura más de un par de minutos lo más probable es que el niño no se esté agarrando bien y debe rectificarse la posición, procurando de nuevo que su boca quede bien centrada y cubra la mayor parte posible del pecho.
Para separarle del pecho cuando él o ella no lo han soltado espontáneamente hay que introducir un dedo entre la comisura de sus labios y el pezón, con lo que se rompe el vacío que el bebé hace al succionar y se suelta inmediatamente. No hay que intentar separarle estirando, porque además de resultar doloroso, acabaría por lesionar el pezón.
¿Qué?
Salvo indicación expresa del pediatra, si tiene hambre hay que darle leche materna y no agua con azúcar ni suplementos de biberón, porque sólo se conseguiría quitarle el hambre y, por tanto, no mamará tan frecuente y ávidamente como conviene para que suba la leche.
Aunque hay especialistas que recomiendan dar de un solo pecho en cada toma, la mayoría opinan que es mejor que durante los primeros días tomen de los dos para estimular la subida de leche. Se debe empezar siempre con el que fue el último la vez anterior, que siempre queda más lleno y conviene vaciar bien.
¿Cada cuánto?
Se le ha de dejar mamar tan a menudo como quiera, y lo normal es que al principio sea muy irregular. Por término medio, la primera semana maman entre ocho y doce veces diarias, pero las tomas no siempre están perfectamente repartidas y no debe extrañar que alguna vez no aguanten ni siquiera dos horas.
No obstante, tampoco conviene fiarse exclusivamente del apetito del bebé hasta que no se esté seguro de que tiene energía suficiente como para reclamar todo lo que necesita, pues alguno puede conformarse con poco y entrar en un peligroso círculo vicioso en el que su debilidad le impide quejarse. Por eso, al menos hasta que haya recuperado su peso de nacimiento, conviene no dejar pasar tres horas sin ofrecerle el pecho. De hecho, tras la toma inicial, suelen pasar sus primeras 24 horas dormidos o muy somnolientos y aunque en realidad necesitan muy poco alimento, hay que írselo ofreciendo con paciencia. Si se quedan dormidos muy pronto, unas friegas en las manos, los pies y la cabeza pueden ayudar, pero no hay que forzarles a coger el pecho si lo rechazan.
Por otro lado, darle leche materna cuando quiera no significa esperar a que llore, pues si bien alguno se queja en cuanto siente la menor incomodidad, la mayoría lloran por hambre cuando ya hace rato que estaban echando en falta su alimento. El llanto es un indicador tardío de su necesidad, y un aumento en el estado de alerta o actividad y los movimientos de búsqueda que hacen con los labios son ya probables signos de hambre que deben ser atendidos.
Con el paso de los días, el bebé se irá adaptando paulatinamente a un horario, pero por el momento, es la madre la que debe adaptarse a sus demandas, y para descubrirlas y poder atenderlas a tiempo, conviene que el bebé permanezca en la misma habitación de la madre todo el día, y sólo se le dejará en la nursery o nido por indicación médica o cuando la madre necesite descansar.
¿Cuánto rato?
Al principio, el bebé no necesita ni encuentra mucho, y los pezones son muy sensibles, de modo que unos cinco minutos en cada pecho es lo adecuado para el primer día. Poco a poco se irán endureciendo y las tomas podrán prolongarse hasta el cuarto de hora o veinte minutos, que suelen bastar.
Los primeros días, el dolor que la madre siente, no al adherirse al pezón, sino cuando ya llevan un rato mamando, suele ser el indicativo de que conviene acabar la toma de ese pecho (más adelante puede ser el síntoma de una infección del pezón por hongos).
LACTANCIA ARTIFICIAL
Las tomas de biberón se inician el primer día, ofreciéndoles unos 10 centímetros cúbicos a las tres o cuatro horas de vida. Luego, se va aumentando en 10 cc cada día la cantidad que se les permite tomar cada vez, de modo que los biberones del tercer día son de 30 cc y los del sexto, de 60, hasta llegar a los 90 cc, que suelen bastarles durante todo el primer mes.
En principio, se le ofrece el biberón cada tres horas, día y noche, pero ni se le debe hacer esperar si lo pide antes, ni hay que forzarle para que se lo acabe.
PROBLEMAS MÉDICOS
Aunque la mayor parte de problemas médicos de los recién nacidos son los derivados de la prematuridad y el bajo peso, pueden surgir una gran variedad de rarísimos e infrecuentes defectos y enfermedades. Sin embargo, hay unos cuantos problemas, a veces lindantes con la normalidad, que se repiten con más frecuencia y es interesante conocer.
SOSPECHA DE INFECCIÓN
Las infecciones del recién nacido tienen dos características: pueden ser rápidamente letales y sus signos iniciales son a veces muy sutiles. Por eso, los neonatólogos se muestran muy cautos y ante la menor sospecha, efectúan un análisis de sangre que apoye o descarte la posibilidad de infección, a la vez que ponen en marcha cultivos, no sólo de esa sangre, sino a menudo también del líquido cefalorraquídeo que obtienen mediante una punción lumbar, de la orina, del ombligo y hasta del oído del bebé.
Pero el resultado de esos cultivos, que son los que confirmarán o negarán la presencia de una infección, puede tardar hasta dos días, y si el recuento de leucocitos o alguno de los otros datos que pueden obtenerse casi inmediatamente del análisis de sangre no son tranquilizadores, se inicia un tratamiento antibiótico aun sin tener todavía la certeza de que sea necesario. El riesgo que entrañan las infecciones en el recién nacido justifica esa actitud preventiva, aunque finalmente los cultivos son mayoritariamente negativos. Se suspende entonces el tratamiento y el diagnóstico final es "Sospecha clínica de infección no probada".
EL ESTREPTOCOCO DEL GRUPO B
El Estreptococo del Grupo B es una bacteria que habita en la vagina y/o el intestino de aproximadamente un 20-30% de mujeres y hombres sanos sin causarles problemas, distinto del más conocido estreptococo que causa amigdalitis, que es del Grupo A.
Normalmente, las personas colonizadas por este germen no tienen problemas ni síntomas, pero además de que la madre embarazada o un adulto debilitado pueden llegar a sufrir infecciones por su causa, el bebé puede contagiarse al nacer, y aunque sólo unos pocos llegarán a enfermar, ese microbio es el principal responsable de la septicemias y meningitis del recién nacido, capaces de acabar con su vida o de dejarle gravísimas secuelas.
Pero si durante el parto se administran antibióticos a la madre portadora, se evita la infección (tanto en ella como en el niño) en casi la totalidad de casos. De ahí la importancia de practicar una prueba en los últimos meses de embarazo, cultivando muestras obtenidas de la vagina y el recto, y seguir luego las recomendaciones del tocólogo.
ICTERICIA
La ictericia es el color amarillo que adoptan la piel y las mucosas (el interior de la boca y la conjuntiva del ojo) cuando la cantidad de bilirrubina que circula en la sangre, normalmente por debajo de 1 mg/100 ml, excede los 5 mg/100 ml. La bilirrubina es la sustancia en que se transforma la hemoglobina de los glóbulos rojos sanguíneos cuando estos envejecen y son destruidos, y que el hígado se encarga de transformar y eliminar con la bilis a las heces.
En el recién nacido se dan dos circunstancias que provocan un aumento de bilirrubina que en muchos casos supera la cifra a partir de la que ya se colorean de amarillo la piel y las mucosas. Por un lado, nace con muchos hematíes o glóbulos rojos que debe destruir, porque en la vida fetal el oxígeno no llega a su sangre con mucha presión, y uno de los mecanismos por medio de los que compensa ese déficit es disponiendo de muchos hematíes para transportarlo. Una vez que empieza a respirar normalmente, ya puede prescindir de ese exceso y al hacerlo, aumenta la cantidad de ese residuo que es la bilirrubina. Pero, por otro lado, el hígado que debiera captarla y prepararla para ser eliminada es todavía relativamente inmaduro y se ve literalmente desbordado por la gran carga de bilirrubina que le llega. En consecuencia, se va acumulando en la sangre.
La bilirrubina se halla, pues, en niveles elevados en todos los recién nacidos, aunque no siempre lo esté tanto como para que la piel se vea amarilla (se observa mejor presionando la piel de la frente o el abdomen) y, en principio, no es preciso hacer nada para acelerar su retorno a la normalidad.
Sin embargo, la ictericia plantea un doble problema. En primer lugar, no siempre es fisiológica. Cualquier enfermedad que aumente la destrucción de los glóbulos rojos (hemólisis) o en la que se halle alterada la eliminación de bilirrubina, podría manifestarse por una ictericia. Entre las primeras se hallan infrecuentes anemias hemolíticas hereditarias, pero también la hasta hace muy poco frecuentísima enfermedad causada por la incompatibilidad de Rh y la producida por incompatibilidad de grupo ABO. Entre las segundas, además de raras enfermedades del metabolismo, se incluyen infecciones y malformaciones que pueden afectar al hígado, hepatitis de diversos tipos y fallos en el desarrollo de las vías biliares.
En principio, se considera normal cualquier ictericia que se inicie a partir del segundo o tercer día de vida, que no dure más de 10 días y que no se asocie a ningún otro signo ni síntoma sospechoso. La que se observa ya en las primeras 24 horas de vida puede ser grave y requiere valoración inmediata, y respecto a las ictericias prolongadas, aunque la mayoría son inocentes y debidas a una sustancia inofensiva presente en la leche materna, deben ser siempre estudiadas por el pediatra.
Pero si el primer problema ante una ictericia es averiguar su causa, el segundo es evitar sus consecuencias, porque hay un tipo de bilirrubina (la llamada "indirecta", que no ha sido transformada por el hígado) que a altas concentraciones es capaz de lesionar el sistema nervioso central del bebé de forma irreversible. Esto es tanto más cierto cuanto más inmaduro y pequeño es el niño, de modo que los valores a partir de los que se considera que un nivel de bilirrubina es peligroso dependen de las horas de vida del bebé, y sobre todo, de su edad gestacional. Los que se hallan expuestos a mayor riesgo son los prematuros que presentan ictericia desde las pocas horas de vida.
Además de tratar su causa en la medida de lo posible, se puede hacer descender la bilirrubina de la sangre con medicamentos que estimulan el hígado, por medio de la fototerapia o, en casos extremos, practicando una "exsanguinotransfusión" en la que se reemplaza la sangre del bebé por otra nueva. Con mucho, la fototerapia ha sido el procedimiento más utilizado. Se fundamenta en la capacidad que tiene la luz para convertir la bilirrubina en un derivado que el organismo elimina fácilmente, y se aplica por medio de unos tubos fluorescentes que se mantienen encendidos día y noche encima de la cuna o incubadora en la que se halla el bebé, al que se le han protegido los ojos por medio de una venda.
Durante unos años, el temor al daño que pudiera hacer la bilirrubina llevó a tratar por este método a muchos bebés que hoy se cree no lo necesitaban, y lo cierto es que las indicaciones para este o cualquier tratamiento que pretenda disminuir los niveles de bilirrubina en sangre se han limitado mucho. Desde luego, no es necesario poner al sol a un bebé por el simple hecho de que esté algo amarillo, pues los valores de bilirrubina que puede alcanzar un niño sano con una ictericia fisiológica no le pueden causar el menor daño.
PULMÓN HÚMEDO
Técnicamente conocido como "taquipnea transitoria del recién nacido", la expresión "pulmón húmedo" hace referencia a su causa, un retraso en la eliminación del líquido que el feto tiene en los pulmones; mientras que su otra denominación alude a su síntoma principal, la taquipnea o aumento de la frecuencia respiratoria, y al carácter pasajero del problema.
Entre el 1% y el 2% de los recién nacidos padecen este trastorno. Aunque hay otros factores de riesgo que lo favorecen, el más importante es el haber nacido por cesárea, porque se cree que el líquido persiste en el pulmón sin ser eliminado, al faltar la presión que hubiera recibido al pasar por el canal del parto.
Los síntomas se inician al poco tiempo de nacer, cuando se observa que el bebé respira de forma muy superficial y rápida (por encima de 60 respiraciones por minuto), haciendo una especie de gemido o queja y esforzándose tanto para obtener aire que las alas de la nariz se le dilatan y las costillas se le hunden con cada respiración. Este cuadro es muy poco específico y puede ser producido por distintas enfermedades, algunas de ellas graves, de modo que el recién nacido debe ser ingresado en la unidad de Neonatología para practicarle radiografías y exámenes complementarios que permitan descartarlas, y poder ser controlado y tratado adecuadamente.
El diagnóstico de pulmón húmedo exige, pues, excluir otros trastornos capaces de causar síntomas similares, y a veces sólo se puede confirmar cuando el cuadro desaparece alrededor del tercer día, sin dejar secuelas de ningún tipo.
DILATACIÓN DE PELVIS RENAL
Al generalizarse la práctica de la ecografía durante el embarazo, ya es muy habitual detectar dilataciones en la pelvis renal del feto, que permiten el diagnóstico precoz y el tratamiento de las distintas enfermedades capaces de producirlas, pero que en algunas ocasiones sólo son una falsa alarma.
La pelvis renal es el colector que, como un embudo, se adapta por su lado ancho al riñón, recogiendo la orina que fabrica, y por el lado estrecho se comunica con el uréter, que la lleva hasta la vejiga.
Cuando en una ecografía se observa una pelvis renal dilatada sin otro tipo de anomalías, se piensa que algo está impidiendo el vaciado normal de la orina, que al acumularse a más presión, empuja y dilata sus paredes. Por tanto, la dilatación puede ser causada por cualquier estrechamiento (estenosis) del uréter o de la uretra, aunque en este último caso se verán dilatadas, lógicamente, las dos pelvis.
Otras veces, la causa es el llamado "reflujo vésico-ureteral", en el que falla el mecanismo de válvula que impide a la orina retroceder por el uréter cuando la vejiga está muy llena o se contrae, de modo que la orina acumulada en la vejiga, que sólo debiera salir hacia abajo a través de la uretra, sube hacia el riñón.
Hay alguna otra malformación capaz de producir un aumento en el volumen de la pelvis, y el diagnóstico ecográfico prenatal puede ser muy exacto. Sin embargo, es necesario practicar una nueva ecografía en los primeros días de vida, y cuando la dilatación observada antes de nacer es discreta y no se asocia a otras alteraciones, lo más frecuente es que se encuentren unos riñones y unas vías urinarias absolutamente normales.
Es uno de los defectos congénitos más frecuentes, pues afecta aproximadamente a uno de cada 200 recién nacidos varones, en los que el orificio de salida de la uretra o meato urinario no se halla en su sitio, centrado en el glande en la punta del pene, sino por debajo.
La importancia de esta malformación varía según lo alejado que se halle el meato urinario de su posición normal y, afortunadamente, en la mayoría de casos sólo se halla un poco desplazado, pero en el mismo glande. El hipospadias a menudo se acompaña de una distribución irregular de la piel del prepucio, que sobra por arriba y falta por abajo, y de la existencia de una ajustada banda fibrosa que provoca el arqueamiento del pene durante la erección.
Por lo general, la reparación quirúrgica se efectúa entre los seis y los doce meses de vida, aunque en los casos más graves puede ser necesaria una segunda intervención.
CRIPTORQUIDIA
Los testículos se desarrollan en el interior de la cavidad abdominal del feto, descendiendo hasta las bolsas escrotales poco antes del nacimiento, bajo el impulso de las hormonas del niño, pero cuando uno o ambos testículos no alcanza su destino y queda detenido en algún punto de su trayecto, se habla de "criptorquidia", que etimológicamente significa "testículo oculto".
Esto ocurre en cerca del 4% de los recién nacidos y en más del 20% de los prematuros. Aunque en algunas ocasiones el problema persiste y debe ser tratado, en tres de cada cuatro bebés que nacen con una o ambas bolsas escrotales vacías, los testículos descienden espontáneamente en los primeros tres meses de vida.
DISPLASIA DE CADERA
Algunos niños, muy pocos, nacen con una luxación de cadera, es decir, con el extremo superior del fémur fuera de la cavidad de la pelvis en la que debiera estar encajado; pero, en cambio, son bastantes más los que no tienen esa cavidad lo suficientemente bien formada como para contener el fémur en su sitio, y corren el riesgo de que se les salga durante los primeros meses de vida, lo cual, de no ser detectado, puede causarles una cojera irremediable.
Aunque es más frecuente en niñas, tras los partos de nalgas y cuando algún familiar la padeció, puede afectar a cualquier recién nacido. En la displasia de cadera coinciden los dos factores que hacen necesario descartarla sistemáticamente: es relativamente frecuente y su diagnóstico precoz cambia radicalmente el pronóstico; de ahí que a todos los bebés se les deba practicar durante los primeros días de vida una exploración especialmente dirigida a asegurar que la cabeza del fémur esté en su sitio y no pueda salirse de él, y que en el informe de alta consta como "maniobra de Ortolani" (y a veces también "maniobra de Barlow").
El diagnóstico definitivo puede requerir una ecografía a los dos meses de vida o una radiografía normal a los cuatro o cinco meses; pero cuando estas exploraciones son claramente positivas, el bebé debe ser valorado por un especialista inmediatamente.
El tratamiento consiste en colocar la cabeza del fémur en su sitio, si es que se hallaba parcial o totalmente fuera de él, y/o en impedir que se salga, para lo que puede ser necesaria la cirugía; pero normalmente basta con emplear unos arneses con los que se mantienen las piernas del bebé permanentemente abiertas, de modo que la cabeza del fémur quede siempre enfrentada a la cavidad de la pelvis en la que debe alojarse, hasta que acabe de formarse bien. Ésta es también la función del doble o triple pañal que se recomienda poner en los niños cuya exploración es dudosa, hasta que el especialista decida.
PROCEDIMIENTOS RUTINARIOS
PROFILAXIS OCULAR
A todos los recién nacidos se les ponen unas gotas o una pomada antibiótica en los ojos para protegerlos contra la conjuntivitis que podrían sufrir si la madre tuviese una infección gonorreica sin diagnosticar, capaz de causarles ceguera.
En contraposición a lo que ocurría con el nitrato de plata que hasta hace no mucho se utilizaba con el mismo fin, los colirios o pomadas que actualmente se emplean apenas irritan los ojos del bebé. Sin embargo, pueden enturbiar su ya escasa visión, por lo que en algunas maternidades esperan a que haya tenido el primer contacto con sus padres para ponérselos.
PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD HEMORRÁGICA DEL RECIÉN NACIDO
Los recién nacidos tienen unos niveles relativamente bajos de vitamina K, que es un factor fundamental para que la sangre coagule adecuadamente y cuya carencia podría llegar a originar gravísimas hemorragias.
Para evitarlo, se les administra a todos una inyección de vitamina K en la parte superior del muslo. Aunque se ha valorado la posibilidad de dársela por vía oral, todavía parece más recomendable seguir inyectándola.
DIAGNÓSTICO PRECOZ
En el periodo neonatal, este término genérico se refiere normalmente al análisis de sangre que se debe efectuar en todos los recién nacidos para descartar dos enfermedades metabólicas: el hipotiroidismo y la fenilcetonuria. También se conoce como "cribado (screening) de metabolopatías".
La importancia de esta prueba radica en que ambas enfermedades tienen tratamiento, pero si se espera a que den síntomas y se retrasa así el diagnóstico, pueden haberse producido ya lesiones irreversibles.
En el hipotiroidismo congénito, el bebé no produce suficiente hormona tiroidea, la cual, entre otras cosas, es fundamental para el desarrollo de su cerebro, por lo que resulta de vital importancia iniciar un tratamiento sustitutivo con hormona tiroidea lo antes posible. La fenilcetonuria es una enfermedad del metabolismo de las proteínas, bastante menos frecuente, en la que la fenilalanina, un aminoácido presente en muchos alimentos (incluida la leche materna), no es utilizada adecuadamente por el organismo, se acumula y se convierte en otras sustancias que lesionan el sistema nervioso central, produciendo un retraso mental grave. Para evitarlo, el niño debe recibir una dieta lo más baja posible en fenilalanina, que supone excluir la leche materna y la artificial normal, y criarlo con una leche especialmente elaborada para los efectos de esta enfermedad.
Para hacer el análisis, basta con unas gotas de sangre, que normalmente se obtienen a partir del segundo día de vida pinchando con una lanceta en el talón del niño; con ellas, se impregna un cartoncito, que se envía por correo al centro encargado de efectuarlo.
Los padres reciben el resultado en su domicilio. En los pocos casos en que éste es positivo, se cita al bebé para repetir la prueba y ampliar el estudio, pues además de que cualquier análisis puede dar un falso positivo, algún recién nacido presenta ocasionalmente un hipotiroidismo transitorio.
DETECCIÓN DE SORDERA
El diagnóstico precoz de la sordera cambia de modo radical el pronóstico de los niños que la padecen. Aunque los pediatras preguntan y exploran la audición en las revisiones periódicas del bebé, la aparición de técnicas que no precisan de la colaboración del niño para valorarla ha hecho que cada vez sean más las maternidades que efectúan este tipo de pruebas en el recién nacido.
Las dos técnicas disponibles son inofensivas e indoloras, y se practican mientras el bebé duerme. La más habitual es la de las "Otoemisiones Acústicas" (OEA), para la que basta introducir una sonda en el oído. Tiene el inconveniente de que en un pequeño porcentaje de casos ofrece un resultado normal en niños que no oyen bien. En la otra técnica, se determinan los "Potenciales Evocados Auditivos" (PEA), colocándole unos auriculares en los oídos y unos pequeños electrodos en la frente y el lóbulo de la oreja. Esta técnica tiene el inconveniente contrario, es decir, que resulta anormal en algunos bebés que oyen bien, de modo que lo ideal sería practicar ambos métodos.
Si estos exámenes indican que el bebé padece hipoacusia o sordera, el diagnóstico debe confirmarse y precisarse a los tres meses de vida, ya que es muy importante que el tratamiento se inicie antes de los seis meses.
EXELENTE DOCUMENTO GRACIAS POR BRINDARNOS TANTA INFORMACION
ResponderEliminarEste Es un Tema Muy Interesante Y tambien Puedes saber mucha informaciaon sobre lo que pasa a los bebes despues de que nacen y salen en la barriga de la madre, y pienso que la persona que hizo este información le dijo que lo ha echo fantástico y de aquí las persona pueden saber mucha mucha información y muchisimas gracias.
ResponderEliminarExcelente documental pienso que es muy necesario e importante para las madres primerisas. Los felicito gracias por compartir el documental.
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