La felicidad radica, ante todo, en la salud.
(George William Curtis)

La salud es la unidad que da valor a todos los ceros de la vida.
(Bernard Le Bouvier de Fontenelle)

No cambies la salud por la riqueza, ni la libertad por el poder.
(Benjamin Franklin)

La felicidad para mi consiste en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertarme sin angustia.
(Françoise Sagan)

Cómo atender mejor a nuestros mayores


MEJORAR SU AUTONOMÍA Y SU AUTOESTIMA

El grado de dependencia de una persona mayor, esto es, las limitaciones que presenta para realizar sin ayuda una o más tareas básicas de la vida cotidiana, no responde a una fórmula matemática. Aunque la vinculación general entre enfermedad e incapacidad es innegable, su desarrollo depende también de distintos factores que se deben controlar y analizar de manera individual. Algunas personas mayores que padecen el mismo mal que otras se desenvuelven mucho mejor en su vida diaria. En otras ocasiones, personas sin una enfermedad que se pueda considerar generadora de incapacidad presentan una gran dependencia de los demás. Esta pérdida de capacidad funcional de difícil justificación es un fenómeno frecuente que los expertos denominan exceso de incapacidad. El exceso de incapacidad puede definirse como un nivel de funcionamiento de la persona en el desempeño de las actividades necesarias para la vida cotidiana inferior al atribuible a sus condiciones de salud.

Determinados aspectos psicológicos y socioambientales son los responsables de que algunas personas actúen por debajo de su capacidad real. Una parte sustancial de la incapacidad se debe al padecimiento de enfermedades y a otras circunstancias físicas, pero otra parte debe vincularse a factores contextuales, sobre los que se puede intervenir con cierta facilidad, incluso desde la propia familia. Estos factores se refieren de manera fundamental a dos campos:

-El entorno físico en el que viven las familias.

-Las actitudes y conductas de las personas cercanas a la persona mayor que pueden favorecer bien su dependencia, bien su autonomía.

En definitiva, una parte sustancial de la dependencia se debe al padecimiento de enfermedades y a otras circunstancias físicas, pero otra parte de la incapacidad que muestran las personas mayores debe atribuirse a factores contextuales, sobre los que se puede intervenir fácilmente, incluso desde la propia familia.

MEJORAR EL AMBIENTE FÍSICO Y SOCIAL DE LAS PERSONAS MAYORES DEPENDIENTES

El cuidado y la ayuda pueden generar en ocasiones una mayor dependencia. Es necesario mejorar el ambiente físico y social para disminuir esta situación.

Un ambiente físico estimulante, con suficientes ayudas protésicas que conjuguen de manera adecuada la autonomía con la seguridad, contribuye a que las personas mayores tengan un funcionamiento óptimo en sus tareas cotidianas. En este sentido, la adaptación de la vivienda a las características de la persona mayor adquiere una gran relevancia (Ver capítulo 4, "Ayuda a las personas mayores dependientes. Adaptaciones del entorno").

El ambiente social puede favorecer o prevenir la dependencia. Las actitudes y la forma de comportarse de los familiares y el entorno social más próximo ante el deterioro de la salud de las personas de edad avanzada influyen en el grado de autonomía e independencia que muestran.

Las conductas de los familiares que pueden agudizar la dependencia son las siguientes:

- Con el fin de ayudar a la persona mayor en sus problemas de autonomía, los familiares acometen en ocasiones distintas tareas por ellos. En principio, esta situación es positiva. Sin embargo, no lo es tanto cuando esta sustitución se produce en actividades en las que aún pueden valerse por sí mismos, aunque sea de manera parcial. Por ejemplo, así ocurre cuando la persona mayor puede vestirse, aunque con lentitud y dificultad, y el cuidador lo hace por él o ella para evitarle complicaciones. De este modo no se le da la oportunidad de demostrar su independencia en esta tarea y si este hecho ocurre con frecuencia, es posible que acabe perdiendo esa habilidad por desuso.

- Cuando las personas mayores se consideran independientes para realizar alguna actividad y se valen de sus propios medios, los cuidadores a veces les amonestan o critican por haberse comportado así. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el cuidador está realizando otra tarea y la persona mayor se levanta sin ayuda para cambiar de asiento. El cuidador vuelve, se da cuenta y le recrimina por no haberle llamado para que le ayude. En este caso ocurre lo mismo que en el anterior, en el que si bien los familiares "regañan" a los mayores con cariño y lo hacen por su bien, al mismo tiempo impiden que mantengan su grado de independencia.

- Es habitual que cuando la persona mayor se desenvuelve con autonomía en tareas como vestirse, recoger su habitación, etc. y no demanda ayuda de los demás, suele pasar desapercibida y se ignora su comportamiento autónomo. No se reconoce su esfuerzo. Es frecuente que las conductas que no tienen consecuencias positivas, como ese reconocimiento o elogio de los demás, dejen de realizarse.

En resumen, cuando los cuidadores tienen la presunción de que sus familiares de edad avanzada no son capaces de realizar alguna actividad o de mejorar en algo, es posible que acaben prestando a su familiar más ayuda de la que en realidad necesitan. De esta forma, se priva a la persona mayor de practicar comportamientos o actividades para las que está capacitado. Esta limitación llevará a que esta capacidad se vaya perdiendo por falta de práctica. Este proceso provoca que las creencias iniciales de los cuidadores acerca de la incapacidad de los mayores para realizar alguna actividad acaben siendo realidades (la profecía que se autocumple).

Es necesario que la familia o la persona cuidadora tenga siempre en cuenta que cuidar significa ayudar sólo lo necesario.

BENEFICIOS Y POSIBILIDADES DE PROMOVER LA AUTONOMÍA EN LAS PERSONAS MAYORES

Las personas mayores dependientes pueden necesitar ayuda en diversas actividades de la vida diaria. En el grado que puede alcanzar esta dependencia influyen muchos aspectos, no sólo el deterioro de la salud. Como se ha expuesto en el punto anterior, factores como el ambiente físico en el que vive la persona mayor o las actitudes y comportamientos de los familiares y otras personas cercanas ante el deterioro de su salud y su incapacidad también tienen una gran incidencia sobre el grado de autonomía e independencia que muestra.

Si se quiere cuidar de las personas mayores dependientes es necesario recordar:

Las personas mayores pueden aprender a ser más autónomas. Es frecuente que los cuidadores crean que no podrán conseguir que la persona mayor se comporte de manera diferente. "No pienses que a estas alturas va a cambiar en algo", se dicen en más de una ocasión. Si los cuidadores lo ven de este modo no parece probable que promuevan una mayor autonomía de sus familiares mayores. Pero así olvidan que una parte importante de lo que las personas hacen o dejan de hacer, incluyendo a las personas de más edad, tiene que ver con lo que sucede a su alrededor, es decir, con el contexto.

En él se incluye lo que ocurre antes de que se materialice un determinado comportamiento (los antecedentes) y lo que pasa después (las consecuencias). El que una conducta cambie, se aprenda o se repita en el futuro no sólo depende del estado de salud. También está influido en gran medida por esos antecedentes y consecuencias. Los familiares pueden utilizarlos para conseguir que la persona mayor desarrolle conductas nuevas o deje de lado otras que eran molestas. Por ejemplo, si los cuidadores pretenden que su madre recupere las habilidades que hasta no hace mucho le permitían vestirse sola, un buen método puede ser el siguiente: Se le puede ayudar a elegir la ropa, dejarla dispuesta y ordenada, recordarle qué bien se vistió el día anterior y que sabemos que puede hacerlo sola. Éstos serían los antecedentes. Como consecuencias de la conducta de vestirse, una vez completado con cierta o total autonomía, se puede destacar lo bien que lo ha hecho y comentar cómo nos alegramos de verla tan bien, haciendo tantas cosas por sí misma. En ambos casos se facilita que la persona mayor sea más autónoma.

Sin embargo, si se cree que no pueden cambiar, lo más probable es que no se intentará nada parecido a lo anterior. El cuidador que no favorece la autonomía le vestirá directamente si la persona mayor se lo pide o si encuentra que tiene dificultades. De este modo, no se comprueba si puede hacerlo sola, aunque sea en parte, y se confirma esta creencia: "como tengo que ayudarle, es que no puede y no podrá".

La autonomía tiene un efecto positivo sobre la autoestima de la persona mayor. No podemos olvidar que nuestra sociedad ensalza, valora y promociona la autonomía. La persona mayor que se ve obligada a depender y recibir la ayuda de los demás para mantener las actividades de la vida diaria se sentirá más improductiva, vulnerable, débil y dependiente. Sin embargo, es posible que la actitud y forma de actuar de los cuidadores contribuya a que las personas mayores, aun con grandes niveles de dependencia, mantengan la confianza en sí mismas y su dignidad como personas. Esto se promueve, por ejemplo, cuando los cuidadores piden la opinión a la persona mayor en la toma de decisiones o si respetan su intimidad en el baño. Los cuidadores que fomentan la autoestima tienen en cuenta a las personas que cuidan y les ofrecen su ayuda para que ellas continúen organizando y resolviendo sus asuntos.

Favorecer la autonomía también beneficia al cuidador. Es posible que algunas personas piensen que llevar a cabo las sugerencias anteriores significa "aún" más tiempo para cuidar a su familiar del que ya emplean. Estas dudas son razonables. De hecho, es probable que al principio acarree algo más de tiempo. Sin embargo, este esfuerzo se verá recompensado a medida que aumenta la satisfacción cuando se ve cómo la persona mayor dependiente mantiene cierta autonomía y se siente mejor al juzgarse a sí misma como una persona útil que puede realizar actividades que le permiten mantener su dignidad. Es una cuestión de paciencia y tiempo. No darse por vencido y ser persistente es el mejor camino para favorecer la autonomía de la persona a la que cuida. Además, el cuidador irá reduciendo de forma gradual el esfuerzo que dedicaba a ayudar a su familiar en tareas cotidianas. Esto permitirá que el cuidador pueda dedicar más tiempo a sí mismo, a disfrutar de otras relaciones o de su tiempo libre. Como consecuencia, el cuidador se encontrará más fuerte y con mejor ánimo para enfrentarse con más garantías a la tarea de cuidar.

CÓMO POTENCIAR LA AUTONOMÍA DE LAS PERSONAS MAYORES DEPENDIENTES

Los cuidadores con más experiencia se enfrentan a las necesidades de cuidado personal (alimentación, higiene, vestido, etc.) de sus familiares de una forma que evita o retrasa la dependencia que tienen de ellos. Las reglas que se ofrecen a continuación son un intento de orientar a los cuidadores para que les sea más fácil fomentar las capacidades de autonomía de sus familiares. Estas sugerencias no suelen tener un efecto inmediato, pero su uso continuado, una vez que se incorporan estas pautas a la rutina diaria, permite a los cuidadores encontrar nuevas formas de ayudar a su familiar y a sí mismo.

Acondicionar el entorno de la persona mayor para facilitar conductas independientes. Es importante que el entorno en el que ha de realizar sus tareas cotidianas sea lo más seguro posible y al mismo tiempo facilite su mayor independencia. Conviene revisar y eliminar la existencia de obstáculos ambientales que dificulten la autonomía y supongan un riesgo. Con el fin de promover conductas independientes, es posible que haya que realizar algunos cambios en la vivienda como la instalación de asideros para levantarse del retrete, suelos antideslizantes en el baño, puntos de luz en la cocina o el pasillo, etc. (Para una información más detallada, consultar capítulo 4, "Ayuda a las personas mayores dependientes. Adaptaciones del entorno").

Observar a la persona mayor para conocer todo lo que puede hacer por sí misma. Es frecuente que los cuidadores presten más atención a las dificultades de la persona a la que cuidan que a las capacidades que atesora. Esto es debido a que dedican mucho tiempo y esfuerzo a aliviar sus problemas. Los cuidadores que fomentan la autonomía de sus familiares prestan también especial atención a las capacidades que tienen preservadas. Aunque una persona mayor tenga dificultades para completar actividades como bañarse o vestirse, es posible que todavía pueda afrontar sola alguno de los pasos necesarios, como quitarse la ropa o enjabonarse.

Antes de ayudarla a realizar una tarea, es importante saber qué puede hacer por sí misma. Para ello, hay que fijarse en cada uno de los pequeños pasos de los que se compone una tarea cotidiana para ella. Por ejemplo: Qué observar durante la hora del baño: ¿es capaz de...?

- preparar la bañera

- desvestirse (qué prendas puede quitarse y cuáles no)

- meterse en la bañera

- enjabonarse (qué partes del cuerpo puede y cuáles no)

- aclararse (qué partes del cuerpo puede y cuáles no)

- salir de la bañera

- secarse (qué partes del cuerpo puede y cuáles no)

- vestirse (qué prendas puede y cuáles no)

- recoger el baño

No hacer nada por la persona mayor que ésta pueda hacer por sí misma y ayudarla sólo en lo necesario. Una vez que se ha comprobado qué es exactamente lo que la persona mayor puede hacer por sí misma, es importante dejar que continúe haciendo todo lo que pueda sin ayuda. Nunca debe hacerse por la persona que se cuida algo que sea capaz de hacer de forma autónoma. Es posible que la persona mayor pueda afrontar, aunque sea de un modo más lento o con una relativa escasa agilidad, algunas actividades o parte de ellas. En función de lo que se le permita y anime se potenciará que estas labores se continúen haciendo el mayor tiempo posible. Si se conoce que puede realizar alguna tarea sin ayuda es útil recordárselo y animarle a repetirlo. A veces la persona mayor necesitará algo de ayuda para completar una tarea. Es importante ayudarle sólo lo necesario. Por ejemplo, a lo mejor no puede desabrocharse los botones de la camisa, pero sí es capaz de quitársela. Para fomentar la autonomía, aunque se le preste ayuda con los botones, es importante que ella se quite la prenda. Si se hace todo en su lugar, acabará perdiendo por completo una habilidad de la que al menos conservaba una parte. Estos son algunos ejemplos de grados de intensidad para prestar ayuda:

1. Ayudarle verbalmente indicándole con corrección y de forma detallada lo que se quiere que haga ("ahora coge la blusa y mete el brazo izquierdo por la manga izquierda" en vez de "vístete").

2. Proporcionar una ligera ayuda física, como darle una palmadita en la espalda, tocarle ligeramente el brazo, etc.

3. Ayudarle a afrontar la actividad. Por ejemplo, al mismo tiempo que se le dice "coge la cuchara" se puede asir su mano y guiarla hasta la cuchara. Esta forma de actuar requiere mucha paciencia y constancia. Al principio puede pensarse que llevará más tiempo y esfuerzo. Sin embargo, es la mejor manera de ayudar a que la persona mayor se sienta competente y compruebe que aún puede realizar muchas tareas de forma autónoma.

Preparar la situación para que sea más fácil ser autónomo. Las personas mayores aceptarán con más facilidad que se produzcan algunos cambios en su vida para gozar de mayor autonomía y realizar algunas actividades de forma más independiente si se tienen en cuenta dos aspectos.

1. Resulta aconsejable el mantenimiento de rutinas siempre que se pueda. Si se quiere que empiece a bañarse con más independencia, habría que fijar con él o ella un momento del día y ser constante en su cumplimiento. Hay que procurar que actividades como bañarse, vestirse, salir a la calle, etc. se hagan siempre en el mismo sitio y momento del día, y si fuera necesario con la ayuda de la misma persona. Las cosas que se realizan de modo rutinario son las que con mayor probabilidad se continúan haciendo. El orden y la rutina en las actividades y sucesos de la vida diaria favorecen que las personas mayores se sientan más seguras y se desenvuelvan con más independencia.

2. Es importante contar con el familiar mayor para preparar y crear cualquier cambio en su vida. Las modificaciones que pueden potenciar la independencia serán más eficaces si la persona mayor ha participado en el proceso de decisión y si se han tenido en cuenta las circunstancias y el modo en que hacía las cosas con anterioridad.

Comportarse con la persona mayor de modo que el trato favorezca la autonomía. La forma en que los cuidadores responden a los comportamientos de dependencia o independencia de sus familiares determina en parte su comportamiento posterior. Algunas tendencias dependientes pueden verse fomentadas por la propia actuación del cuidador. A veces, los comportamientos autónomos de las personas mayores se ignoran porque se considera normal que sea así. Esta forma de actuar, con la que se deja a un lado la autonomía que los mayores mantienen en muchas áreas de sus vidas, acarrea, a la larga, una mayor dependencia. Por otra parte, aquellos comportamientos independientes que tienen consecuencias positivas para la persona mayor, ya sea porque se le elogia o se muestra satisfacción por su labor, tienden a repetirse en un futuro. Sin embargo, las conductas con consecuencias negativas dejarán de acometerse.

Los comportamientos de los cuidadores para favorecer la autonomía son:
Acondicionar el entorno de la persona mayor para facilitar conductas independientes.
Observar a la persona mayor para conocer todo lo que puede hacer por sí sola.
No hacer nada por su familiar que éste pueda hacer por sí mismo y ayudar a su familiar sólo en lo necesario.
Preparar la situación para que sea más fácil ser autónomo.
Comportarse con la persona mayor de modo que su trato favorezca la autonomía.
Responder de forma adecuada cuando su familiar ponga objeciones a los intentos para favorecer la autonomía.
Tratar de potenciar la autoestima de su familiar.

Guía-resumen para favorecer la autonomía en diversas actividades cotidianas:

Si se desea promover la autonomía en el baño, el vestido, la alimentación y el nivel de actividad en general, debe poder responder afirmativamente a las siguientes cuestiones:

1.- ¿Es el entorno físico adecuado para que realice la actividad?

- ¿Es un entorno seguro? (Por ejemplo, existencia de elementos antideslizantes en la bañera).

¿Le resulta fácil acceder a los instrumentos que necesita? (Por ejemplo, saber si alcanza a descolgar la ropa de su armario).

2.- ¿Se realiza la actividad respetando la rutina habitual para que la persona mayor pueda anticiparla?

3.- ¿Se tiene en cuenta la opinión de la persona mayor en los cambios de su vida cotidiana?

4.- ¿Se conoce qué es lo que puede hacer la persona mayor sin ayuda o con una ayuda mínima?

- En el baño, ¿qué actividades es capaz de hacer por sí misma? (¿Preparar la bañera, desvestirse, meterse en la bañera, enjabonarse, aclararse, salir de la bañera, secarse, vestirse, recoger el baño?)

- Al vestirse, ¿qué puede hacer por sí mismo? (¿Qué prendas puede quitarse solo y cuáles no?, ¿puede desabrocharse los botones?, ¿y abrocharlos?, ¿qué prendas puede ponerse solo y cuáles no?, ¿puede ponerse solo una manga?, ¿puede meter la pierna en el pantalón?, etc.)

- En la comida, ¿puede cortar los alimentos con el cuchillo?, ¿cuáles sí puede?, ¿puede llenar solo la cuchara?, ¿y llevársela a la boca?, ¿ puede limpiarse solo?, ¿y servirse agua de una jarra?, etc.

5.- ¿Está haciendo sin ayuda todo aquello que hemos observado que puede hacer por sí misma?

6.- Cuando necesita ayuda, ¿se le está dando sólo la ayuda necesaria?

- Mediante instrucciones verbales ("mete primero una manga")

- Mostrándole cómo se hace la tarea

- Guiándole físicamente

7.- ¿Se le está animando para realizar todos los comportamientos que implican autonomía?

- ¿Se le anima a realizar actividades de ocio, pasear? (si tiene capacidad física para ello)

- ¿Se le presta atención cuando realiza comportamientos autónomos?, ¿se elogia su esfuerzo?

- ¿Se ha dividido la tarea que se quiere promover en pasos sencillos para estimular y fomentar cada uno de ellos?.

Por ejemplo, en las comidas puede recompensarse su esfuerzo ("lo estás haciendo muy bien") cuando llene la cuchara, cuando la aproxime a la boca, cuando se la meta en la boca y cuando la vuelva a dejar en el plato.

Cuando se ponga un pantalón se puede fijar una pequeña guía: que lo sostenga del derecho, que introduzca un pie, luego el otro, que suba el pantalón hasta la rodilla, etc.

CÓMO ACTUAR CUANDO LAS PERSONAS MAYORES RESPONDEN CON OBJECIONES Y DIFICULTADES A LOS INTENTOS PARA FAVORECER LA AUTONOMÍA

Cuando una persona mayor pone objeciones a los cambios, se aconseja:

-Contestar con frases que muestren confianza en sus posibilidades. "Sé que puedes hacerlo".

-Plantearle la actividad como algo que se pone a prueba. "Venga, vamos a probar lo que puedes hacer. Yo te ayudaré".

-Ser persistente. Si no se consigue la colaboración del familiar en los primeros intentos, es útil repasar las reglas que se proponen e intentarlo otra vez cuando se sienta preparado.

No se aconseja:

-Discutir. Es conveniente dejar pasar algo de tiempo y volver a intentarlo en otro momento que se considere más favorable.

CÓMO POTENCIARLA AUTOESTIMA DE SU FAMILIAR

El primer paso para que la persona mayor tenga un buen concepto de sí misma es que se sienta capaz de realizar las tareas cotidianas. Si el cuidador es capaz de potenciar la autonomía de su familiar, éste se sentirá más competente.

Modos de mejorar la autoestima de las personas mayores dependientes:

- Potenciar la autonomía. Seguir las recomendaciones anteriores es una importante forma de potenciar la autoestima.

- Permitir que el familiar tome las decisiones que le afectan y consultar sus preferencias hará que sienta que tiene control sobre su propia vida. La persona mayor ha de asumir esas decisiones como objetivos propios. Por ejemplo, la opinión del mayor es importante cuando hay que realizar cambios en la casa, cuando es necesario utilizar servicios sociales y ayudas externas a la propia familia (por ejemplo, contratar a una persona que le cuide, etc.) o cuando es necesario que se traslade a casa de los hijos o a una residencia.

- Conseguir que la persona mayor se sienta útil. Para ello se le puede encomendar tareas sencillas que se sepa que puede hacer (ir doblando la ropa mientras la cuidadora plancha, por ejemplo). También pueden simplificarse las labores que se le piden para que pueda realizarlas paso a paso. Pueden compartirse las preocupaciones con el familiar al que se cuida acerca del trabajo, los hijos, los amigos, etc. La búsqueda del consejo de la persona mayor es la mejor muestra que se le puede dar sobre su valía.

- Procurar que el familiar asuma responsabilidades en la medida de sus capacidades. Se le puede pedir, por ejemplo, que quite y ponga la mesa, que haga la cama, que se encargue de las plantas, etc. Hay que tener en cuenta que es más fácil mantener costumbres que crearlas.

- Respetar la intimidad durante las tareas del cuidado porque éste conlleva con frecuencia una gran proximidad física entre los cuidadores y los familiares. Costumbres como llamar a la puerta de su habitación o respetar sus deseos de permanecer a solas son aconsejables para salvaguardar su intimidad.

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